Copio y pego un artículo sobre la danza oriental masculina aparecido en el Diario El Mundo el 20 de agosto de 2007. Es curiosa la forma en que trata el tema y, aunque no está exento de algunos errores, la forma de hacer las descripciones es bastante divertida.
Con perilla, con estómagos peludos y con pantalones, pero con la misma sensualidad que las mujeres. Turquía recupera, en versión masculina, los contoneos pélvicos de su baile nacional.
JAVIER CID
Mientras las mujeres estaban recluidas en el harén, los hombres entretenían al sultán con la danza del vientre. Hoy, 400 años después, algunos bailarines recuperan esta tradición, que está arrasando en las discotecas de Estambul.
Dicen los más viejos del lugar que la locura pélvica, retorcida y agitanada de la danza del vientre se remonta a las prácticas de alumbramiento. Siglos, siglos y más siglos han depurado el sudoroso ritual de las contracciones parturientas hasta convertirlo en arte. Y hoy, el tintineo de los abalorios en su cortejo con las caderas es una de las señas de identidad de Oriente Medio y el Norte de Africa.
Con estos antecedentes, el copyright de la danza del vientre se sigue agarrando a los senos carnosos de una mujer, a su ombligo de melocotón, a las curvas que envuelven la cintura femenina para después explotar en unos glúteos firmes y esféricos.
Pero ese copyright también tiene su versión masculina. La de barrigas prominentes y peludas, la de bombachos anchos, perillas pobladas y un bulto misterioso en la entrepierna.
Y no. No se trata de una deformación puntual en el mapa genético de este baile universal. Es una de las mercancías más exportables del folclore árabe y, en los últimos meses, el último grito en las pistas de baile. La danza del vientre parapetada tras el cuerpo rotundo de un señor varón pone los ritmos extravagantes a esa noche de Estambul que mira a Occidente y pide más.
Turistas y paisanos enloquecen con las performances de estos boys en versión coránica. Tanto, que Centroeuropa comienza a caer en las redes de este baile. Un baile que, sin embargo, no es nuevo.
Su origen se remonta a los días de gloria del Imperio Otomano. Mientras el ejército lanzaba el grito de guerra hacia los cuatro puntos cardinales -hace ahora 400 años-, la vida en palacio era un despliegue deluxe de oropeles y banquetes orquestados por la filosofía del carpe diem. Y como las mujeres del harén estaban destinadas a aquello del parir, fueron los hombres los que se encargaron de poner un poco de ambiente en las bacanales del sultán. Y es aquí donde entra en escena la danza del vientre con barba de cuatro días.
«La mayoría de la gente cree que la danza oriental es un baile femenino, pero yo no estoy de acuerdo», explica Alex, uno de los bailarines del Club Fox de Estambul, a la agencia Reuters. «Incluso considero que resulta mucho más sensual en el cuerpo de un hombre que en el de una mujer».
Cuando la música dance de la pista deja de sonar, empieza un baile de codazos entre el público. Todos quieren ver su barriga holgada. La luz se suaviza. Comienza a sonar una tonadilla arabesca. Alex -tocado con cadenas, bombachos holgados, cinturón de brillos y excesos- acapara toda la atención. Los movimientos de su estómago recuerdan a la versión femenina, pero las líneas de sus brazos, más definidas, escupen testosterona hasta el último rincón de la sala.
El público enloquece. Pero las felicitaciones y las propinas nocturnas y las ovaciones no son un termómetro exacto de la aceptación de este fenómeno en la calle. El machismo ha clavado sus dientes en esta, dicen, «profanación de sus raíces ancestrales». La reelección del partido islamista del primer ministro Tayip Erdogan -defensor a ultranza de los valores tradicionales- dibuja un panorama complicado.
Sin embargo, Alex no se deja intimidar. «No veo ningún problema en el rechazo», afirma. «Hay trabajos más marginales que el mío. Y cada vez tengo más imitadores, así que debo estar yendo por el camino correcto».
Barrigas y barbas
Los 'shows' de Alex reproducen las interminables noches que, bajo la batuta del sultán, animaban la vida de palacio en el siglo XVII. A sus 36 años, este bailarín autodidacta ha dedicado cientos de horas a investigar en los archivos de Estambul. El secreto de su éxito, puesto a prueba todos los días en el Club Fox de la capital turca, descansa en los giros modernos de sus movimientos. «He querido aportar un toque actual a la tradición», señala. Como él, decenas de hombres de barriga prominente y barbas pobladas, han 'desempolvado' una tradición asociada a las mujeres. Las discotecas de la capital turca se los rifan. Centroeuropa no los pierde de vista. Y ellos, casi sin saberlo, están haciendo historia.
jejeje Gran artículo... a mi sinceramente me agrada más ver bailar a un hombre que a una mujer, en general cualquier baile, sobre todo porque "lo normal" es que sean las mujeres quienes bailen y no deberia de ser así. Le veo mucho mérito a aquel que baila sin ningun miedo y aun más si se atreve con la danza del vientre más asociado a la feminidad (cuyos orígenes según en qué zonas se atribuyen al sexo opuesto tengo entendido...)
ResponderEliminarY nada, yo espero poder dedicarme a esta danza tan bonita más profundamente en un futuro no muy lejano y sobre todo disfrutar de ella que para eso tengo un cuerpo con 5 sentidos y música para bailar. Sin más, enhorabuena por tu blog y la nueva web!! ;)
Un Beso, Mayte