Danza del vientre. Sombras del Desierto.

Aprende danza del vientre con un enfoque diferente, cultural y saludable. Bienvenido a Sombras del Desierto. Disfruta!

27/12/06

Entrevista a Tamara Rojo


Por Laura Perez para la revista ELLE.
Ver a un ángel bailar sobre la superficie de la Luna debe de ser parecido.

¿Por qué bailas?
Porque no puedo vivir sin bailar. Lo supe desde los cinco años. Así era como yo quería pasar toda mi vida.

¿Ser bailarina, además de esculpir el cuerpo, moldea el carácter?
Moldea una disciplina y llena la vida de muchas cosas. De responsabilidades, pero también de conocimientos y de placer, de viajes y de conocer a artistas admirables. Ocupa espacios que para la juventud son difíciles de cubrir porque faltan utopías y otras muchas cosas. La danza te llena la vida de intereses, de aspiraciones y de inspiraciones. Te la hace más interesante.

Empezaste con sólo cinco años y a los nueve ya bailabas con Víctor Ullate. ¿Cómo era entonces tu relación con la danza?
Yo ya tenía clarísimo que quería ser bailarina. Vi una clase de ballet y lo supe, pero no sabía lo que eso significaba. Luego te vas dando cuenta de lo que implica, tus aspiraciones van cambiando, y ya no sólo quieres ser bailarina: deseas bailar ciertas cosas y en ciertos sitios. Aumenta la ambición. Si me hubieran dicho entonces que sería primera bailarina del Royal Ballet no hubiese ni sabido lo que era. No teníamos ejemplos aquí para saber lo que era eso.

¿Cuál es la diferencia entre tu Giselle o tu Julieta y la que interpreta otra bailarina?
Son dos personas diferentes con ideas distintas de lo que significan el amor y la atracción. Mi Giselle está influenciada por mi aprendizaje y mis experiencias, y su interpretación cambia en función de cómo me siento en mi vida personal. Hay veces que hay que concentrarse mucho, porque no puedes creer que existan personajes como ella, que vive el amor eterno y profundo. Otras, sin embargo, es maravilloso porque estás en el momento adecuado, y refleja justo lo que te está pasando a ti, tú también sientes eso y entonces todo sale solo.

Después de 25 años dando clases de ballet, ¿sigues mejorando cada día?
Técnicamente mejoras hasta el final de tu carrera. Lo que ocurre es que llega un momento en el que tu cuerpo ya no aguanta de la misma manera, pero lo compensas de otro modo. Quizá ya no puedes saltar tanto porque has perdido potencia, pero sabes cómo hacer que el salto se vea más alto.

¿Qué parte de la danza es técnica y qué parte son asuntos que nada tienen que ver con ella?
La técnica es la base, sin ella no se puede bailar por muy artista que uno sea, y dominarla es lo que te da la libertad para ser artista. Pero la técnica sola no sirve de nada, eso es circo. Estoy segura que hay muchas gimnastas que pueden hacer cosas igual que yo o mejor, pero eso no es ser bailarina.

¿Qué falla en España para que todos los bailarines os tengáis que marchar fuera?
Hay una falta de decisión por parte del Estado para crear una infraestructura. Existe una buena formación –de la que salen los bailarines–, pero en lo que hace falta invertir es en las oportunidades para los profesionales de la danza. Los gobiernos deben dirigir ese
esfuerzo también al público que demanda baile y llena los teatros.

Los bailarines convivís a diario con el dolor físico. ¿Cómo se soporta?
El dolor está ahí siempre, todos los días. Yo hay mañanas que me levanto y no puedo ni andar, parece que tuviese 60 años. Pero ésta es una carrera corta, así que no es una condena para toda la vida, y mientras dura quieres aprovecharla al máximo.

¿Tienes apuntado en la agenda algo que pondrás en marcha en cuanto dejes de bailar?
Cortarme el pelo. Siempre lo he llevado largo para hacerme el moño, así que me cortaré la coleta como los toreros.

¿Qué momentos duros recuerdas?
Mi llegada a Londres. Tenía 20 años y vine sola, sin mi familia y sin hablar ni una palabra de inglés. Todo me parecía enorme, no conocía a nadie y no tenía ni un duro en los bolsillos, de modo que me fui a vivir a un barrio un poco peligroso en aquella época, Brixton (ahora vive en Marylebone), y me robaron varias veces en el metro. ¡Y yo venga a llorar como una tonta!

¿Tuviste tentaciones de volver a casa?
Nunca.

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